Durante un viaje a Irlanda, encontré un artista callejero tocando el arpa y me enamoré perdidamente de este instrumento, que sentí flamenco. Sentí al escucharla por primera vez el mismo impacto que cuando escucho un buen cante. Sentí que el arpa era un instrumento flamenco también.
Terminaron mis vacaciones y regresé a España. Continué con mi labor como docente, pero algo había cambiado: no conseguía olvidarme del arpa.
En vista a que pasaban los meses y la idea del arpa flamenca seguía como una constante en mi interior, finalmente decidí gastar todos mis ahorros en comprar un arpa. Sin haber tocado nunca una, sin tener ningún tipo de conocimiento sobre este instrumento ni sobre su afinación, ni los cuidados que requiere… sin tener profesor que me enseñase, sin ni siquiera saber si el mecanismo de este instrumento me permitiría encontrar las escalas musicales para poder hacer flamenco y sin saber si podría venderla en caso negativo. Sin encontrar tampoco información sobre arpa flamenca en ninguna parte. Busqué y no encontré ningún tipo de referencia de la que poder partir. Nadie a quien imitar, ninguna guía.
En la más absoluta de las soledades, fui ejercitando mis dedos sobre las cuerdas del arpa. Dedos que no sabían hacia donde moverse, ni que posiciones adoptar. Un clavijero enorme lleno de llaves con un millón de combinaciones posibles…
Poco a poco, con infinitas horas en intimidad con mi arpa, fui encontrando el flamenco en este instrumento: tientos, tangos, seguiriyas, soleá, bulerías, alegrías… poco a poco fui encontrando todos los palos de esta música. Sin recibir clases, fui comprendiendo el funcionamiento, mecanismo, afinación y características del arpa… Y fui construyendo un lenguaje que hasta ahora no había sonado en ella antes. Granaínas, seguiriyas, soleá, bulerías, tientos, tangos, alegrías, zambras… son algunos de los muchos estilos del flamenco que ahora hago sonar en el arpa.
Encontré falsetas de siempre en mi arpa pero a la mano ‘nunca le venía bien’. Recuerdo una vez que me pidieron en TV que tocase el ‘Entre dos aguas’ de Paco de Lucía. Esta música fue compuesta para ser tocada por una guitarra, no por un arpa. La mano no encuentra ‘cómodas’ esas notas para que sean tocadas en ella. Ahí empecé a componer.
Entendí la necesidad de crear un repertorio específico para este instrumento.
Igual que mi búsqueda del ‘arpa flamenca’. Es decir, el instrumento en sí mismo: no usar un arpa celta ó un arpa clásica para hacer flamenco: todas presentaban una problemática particular.
El arpa flamenca, desde todas sus perspectivas, ha hecho que entre en un proceso creativo por el que he terminado dejándolo todo tanto a nivel laboral como personal.
Y me ha dejado el gran mensaje de que la vida bien vivida es aquella que se centra en el presente, mientras hacemos lo que más amamos.
Atentamente,
Ana Crismán